Los habitantes de Iquique en general transitamos en nuestras calles y avenidas. Circulamos y ocupamos la estructura de ciudad. Esta dinámica habitual a través de los años, se realiza sobre la marcha, de renovaciones de sus espacios públicos y las reedificaciones dan paso a cambios que vienen de diferentes direcciones; decisiones gubernamentales, sectoriales, privadas y por último decisiones de quienes ocupan esos espacios. Estos cambios en cierta incoherencia dejan un reguero de elementos que ya no son necesarios y su sola permanencia dan significados que, según el tropiezo casual o la intensión observante, provoca la nostalgia crítica y también la risa por lo absurdo. En la vía pública hay historia desconocida por sus rastros, que se evidencian en elementos y estructuras que parecen sin sentido, pero que formaron parte de intentos o simplemente su existencia se acabó por el cambio. Desde momentos imprecisos o paulatinamente fueron dejados de lado, o bien fue derribada la obra mayor y quedaron restos de su existencia.
También hay algunas modificaciones desafortunadas o simplemente estructuras olvidadas, obsoletas sin que nadie se considere responsable de su destino.
Entonces el silencio y el olvido se hacen cómplices de lo inútil. Y el objeto ganándose el respeto, sigue su existencia hasta que alguien se interese por resguardarlos, u otros determinen su muerte definitiva.
Para nuevas generaciones y visitantes, esta existencia inservible se vuelve absurda, para otros, mueve a la ironía y al estar en contradicción con las reformulaciones, generan metáforas visuales, lúdicas, únicas e inexplicables.
Al recorrer sus calles, los transeúntes interactúan marginalmente con estas realidades. Chocan con ellas, las atraviesan como fantasmas y también la gente, según sus necesidades cambian las funciones originales de estos elementos.
Para revelar y cumplir con el objetivo de difundir estos elementos en su contexto, la fotografía es certera e inobjetable. Pero el habitante que se tropieza con estas estructuras, debe recrearse con su imagen ilustrada. El mensaje se completa en esta dicotomía, reforzando uno u otro significado, o bien nace un tercer significado. La Ilustración de la gente, en tonos blanco-grises-negro y la representación colorida de los “hallazgos” fotografíados, nos resulta de esta integración, que hay colores, luces y sombras en estas estructuras que tienen mucho que contar y nos entregan preguntas sobre nuestra propia existencia.
El resultado de esta búsqueda se convierte en imagen-obra. Son 24 encuentros que develan esta realidad y como consecuencia se entregan, para estimular a los habitantes a reconocer otros ejemplos y en esta mirada intenten conservar, estudiar y difundir la historia, que como consecuencia genera y refuerza identidad del habitante iquiqueño y los contextos donde ha desarrollado historia.